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José Martí |
Diario en Cuba, |
campamento de Cajobabo |
La noche antes, abril 11, Martí, Gómez y sus acompañantes desembarcaron en Playitas, en la costa sur del Municipio de Baracoa. El poblado más cercano es Cajobabo a unos dos y medio kilómetros. Los seis expedicionarios emprenden la marcha hacia este poblado y llegan a él a eso de las once de la noche. No saben donde se encuentran, esperan la madrugada y...
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Abril 12. -A las 3 nos decidimos a llamar. Blas, Gonzalo, y la Niña. -José Gabriel, vivo, va a llamar a Silvestre. -Silvestre dispuesto. -Por repechos, muy cargados, salimos a buscar a Mesón, al Tacre, (Záguere). En el monte claro esperamos, desde las 9, hasta las 2. -Convenzo a Silvestre a que nos lleve a Imía. -Seguimos por el cauce del Tacre. -Decide el General escribir a Fernando Leyva, y va Silvestre. Nos metemos en la cueva, campamento antíguo, bajo un farallón, a la derecha del río. Dormimos -hojas secas- Marcos derriba: Silvestre me trae hojas.
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Rafael Lubian y Arias en “Martí en los Campos de Cuba Libre” publicado en 1953, nos explica algunas de las notas en el diario de José Martí del 12 de abril:
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“Cajobabo es un pequeño caserío situado a unos 100 metros aproximadamente de los entronques de los caminos de Guantánamo a Baracoa y muy cerca de la loma llamada "Peladero".
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“A este lugar llegaron los expedicionarios cerca de las once de la noche. Tendidos por tierra, muy cerca de un bohío, durmieron y esperaron a que la madrugada entrase más. Así pasaron la primera noche en los campos de Cuba Libre. A eso de las tres se deciden a llamar en el bohío y se encontraron entre gente amiga. Allí, en ese mismo caserío vivía el alcalde del barrio señor Leyva con sus familiares y a quien Martí conoció. Cuando visitamos este lugar en el año 1922 en la reconstrucción de la ruta del Apóstol, todavía vivía en el mismo lugar la hermana del alcalde Leyva, llamada Adela.
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“Después de descansar, tomar café, despachar correos y tomar prácticos, etc., deciden emprender la marcha buscando establecer contactos con las fuerzas cubanas, a la vez que trataban de esquivar cualquier encuentro con las tropas españolas, cosa que hubiese sido, seguramente, de fatales consecuencias para los expedicionarios por su reducido número y las pocas armas y municiones de que disponían. Al propio tiempo querían alejarse, cuanto antes, de la costa, por temor de que pronto las tropas españolas descubriesen que por aquellos lugares había desembarcado una expedición. Tampoco era un sitio adecuado para que los expedicionarios permanecieran en él por ser de mucho tránsito por las parejas de la guardia civil. En vista de los peligros que ofrecía el quedarse en este lugar deciden seguir su marcha y se dirigen por un trillo, casi intransitable, como los de la mayoría de esta comarca, hacia el río Tacre. Permanecen en un monte claro en espera de prácticos, desde las nueve de la mañana hasta las dos de la tarde, hora en que continúan su marcha por el cauce del río que en muchos lugares tiene cerca de 200 metros de ancho. El lecho de este río es muy pedregoso y el mismo permanece casi todo el año seco; pero muchas veces hace crecidas muy grandes, como ocurrió el día que estaban acampados los expedicionarios cerca de la orilla.
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“Después de haber caminado 11 kilómetros 409 metros, llegaron, a eso de las seis de la tarde, a la "Cueva de Juan Ramírez" donde acamparon.”
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Luis Rodríguez-Embil en “José Martí, el santo de América” de la Imprenta P. Fernández y Cia, 1941, página 248 nos dice como llegaron Martí, Gómez y sus acompañantes a Cajobabo: |
“Hacen un breve alto en la noche tropical, colmada del misterio de sus rumores. Y prosiguen. Va anunciándose, al través de ella, la madrugada. Un bohío. Están mojados hasta los huesos, rotos de la fatiga del viaje y de la marcha. Se arriesgan, tocan a la puerta. Y se les recibe, se les obsequia e informa. No andan lejos las tropas españolas. Un hijo de los guajiros hospitalarios les acompaña a una cueva cercana...”
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