Damisela Carta de José Martí a Fermín Valdés Domínguez del 7 de Abril de 1887.

Carta de José Martí a Fermín Valdés Domínguez. Bandera de Cuba.

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José Martí
Fermín Valdés Domínguez
Cartas de José Martí



7 de Abril de 1887

Mi buen Fermín:


Una semana hace que ando buscando una hora de sosiego para empezar a vaciar en tí el alma cerrada desde hace muchos años; pero, ni en lo alto de la noche la hallo, porque esa es, precisamente, la hora en que más trabajo. Al fin, rodeado de gente, te escribo estas líneas, porque la resurrección en que me siento, y en que no eres tu la menor parte, me tiene el alma encendida y ganosa de decirte todo lo que la preocupa o entristece.


De ti quisiera hablarte largamente, pero, no donde la gente extraña me vea, como me los están viendo ahora, los pensamientos. De tí y de tus proyectos.


Tal vez, mí Fermín, no dije en mi artículo para "La Lucha" todo lo que tu en justicia esperabas que dijera y en alguna parte aun he de decir. De mí hijo, cuando lo mereciese, no podría decir yo más que lo que tengo que decir de tí. Pero no me pareció, que debía escribir aquel artículo como cosa personal, ya porque la dignidad del asunto así lo imponía, ya por respeto natural y cariñoso al diario que me hacía la merced de acordarse de mí, ya porque los que andan haciéndose de nuestra patria vestido y sombrero hubieran podido propalar que yo me valía de ese sagrado tema para reaparecer con colores simpáticos en la política de mí país. La verdad es, Fermín, que yo no vivo más que para mi tierra; pero refreno mil veces lo que el amor a ella me manda, para que no parezca que hago por interés mío o por ganar renombre, lo que me aconseja ese amor absorbente que a la vez me sostiene y me consume. ¿Me perdonas, pues, que te haya parecido tibio en la manera de celebrarte, por esta razón egoísta? No espero, por ser grande la diferencia de tono entre lo que yo siento aquí y lo que "La Lucha" puede publicar allá, que el artículo se haya publicado, ni me enojaría con el periódico que harto hizo con pedírmelo, y tiene deberes de propia conservación por cuyo cumplimiento sería yo el último en censurarlo, ni lo sentiría siquiera, pues pagada a tí la deuda de escribirlo, otro, sin las trabas mías, hubiera podido decir sin tanto miramiento todo aquello a que tu acción invita. Lo que sí he de decirte es, que, por razones generales que ocupan ahora sin cesar mi mente, he visto con gozo que la idea dominante en el artículo, fuera de la de hacer resaltar tu hermosa conducta, es la misma que impera en dos bellísimos y trascendentales artículos de fondo de "La Lucha", cuyo autor quisiera conocer, y a quien en mi nombre -por más que esto no puede importarte mucho,- has de felicitar: los artículos de fondo del 24 y 26 de Marzo. Todo yo, si pudiera hacerlo dignamente, estaría en esa campaña. Flota en el aire, como pidiendo molde, un sentimiento vivo que en esos artículos se insinúa y concita, -que allí se desperdicia, o desafía, o no se atiende,- y el cual, como es el esencial para la prosperidad de mi país he preparado desde la sombra con tesón, aun en los momentos mismos en que teníamos las manos puestas en la guerra. Aquí muero, Fermín, sin poder dar empleo, más que indirecto e infeliz, a esta actividad ardiente. Yo asiría eso que flota y haría algún bien con ello. Tu no sabes como me aflijo, como me indigno, como tiemblo cuando veo nuestros destinos confusos, comprometidos o mal llevados por el influjo de pasiones que no debieran tener acceso en ellos. Por eso, también, me dejaría sin pesar que el artículo no se hubiera publicado: -porque ya en los dos que te cito se ha percibido y expresado felizmente la lección de los sucesos que se te deben,- y lo que importa en las cosas patrias no es quien las haga, sino que se hagan.


Mi Fermín: -no me gusta el proyecto de Mausoleo que contando justamente con mi discreción, me ha dejado ver en fotografía un buen amigo. Algo de monumental lo recomienda: la figura de la mujer que señala el monumento es intencionada y propia: la palma dibujada en la columna indica el asunto con sencillez laudable; pero no produce el mausoleo en conjunto la impresión de tristeza irrevocable, de esperanza radiante, de juventud tronchada que este, símbolo de nuestra vida, debiera producir, con autoridad majestuosa. El templete, aunque poco solemne, no está mal imaginado; pero la columna acomodada en el remate ni explica nada con la cruz común que le da cima, ni responde con su carácter bizantino a aquellas pobres vida nueva que se llevó con toda su luz el viento. No me digas entrometido, pero ¿por qué no he de decirte la verdad? ¿pues no estoy yo mismo, y no estamos todos, enterrados con sus huesos que tu sacaste de su primera sepultura? ¡Oh! ¡Qué cosas se me ocurren, cuando pienso en tí, en el día en que ese u otro cualquier mausoleo, por la virtud pasmosa del martirio, -se levante para señalar, sin duda, -sino se guía mal lo que ahora puede ser guiado, -una era probable de justicia! Mientras más medito en ello, más me entusiasma el pensar en lo que en Cuba te debemos.


De veras me enoja que esta gente extraña me este viendo lo que escribo. Quería hablarte de mí, pero eso sería siempre lo último. Y enviarte mi retrato, tan pronto como el destierro lo permita. Con ansias espero carta tuya, así como el folleto, cuya portada si me pareció, elocuente y oportuna. Yo acá no escribo ahora en periódico en castellano que valga la pena; pero he de publicar tu retrato en alguno, con una historia de estos sucesos, que sea leída y guardada en toda tierra en que se hable español.


Aun tengo que acabar. Olvidaba decirte que te mando lo que un hombre famoso de la América del Sur, Sarmiento, el verdadero fundador de la República Argentina, y hombre de reputación europea, sobre ser innovador pujante, acaba de escribir de mí. No me conoce, y aun sospechaba, por mis opiniones sobre los Estados Unidos, no tan favorables como las suyas que no era muy mi amigo. Y ve las cosas que se ha puesto a escribir. -Como hijo que se alegra de que sus padres vean la prueba de que no los deshonra, me alegraría yo, pensando más que en mí en aquello para que pudiera servir yo mañana, de ver republicado allí ese juicio. -La descripción de las fiestas de la estatua, que en el mismo paquete te mando con "La Nación", no es la que Sarmiento cita. Escribí tres distintas, y no tengo memoria de cual pudiese parecer mejor.


Pero no sin decirte que alegría siento cuando pienso en lo interior de tu corazón, y en lo que tú y Consuelo se dirán cuando acaba la luz del día y empieza la del alma. Creerás que ese pensamiento es para mí una verdadera fuente de dicha?


Adiós, de veras.


Tu hermano

José Martí



Nota de Gonzalo de Quesada y Miranda en el Tomo 65 de sus “Obras Completas de Martí”, 1946, página 132 con respecto a las “El templete, aunque poco solemne, no está mal imaginado; pero la columna acomodada en el remate ni explica nada con la cruz común que le da cima, ni responde con su carácter bizantino a aquellas pobres vida nueva que se llevó con toda su luz el viento”:


“No era este proyecto el del artístico y monumental de Villalta Saavedra que está en el Cementerio. (Nota de F. V. D.)”


El Panteón de los Ocho Estudiantes de Medicina en el Cementerio de Colón, La Habana, a donde fueron trasladados los restos de los Ocho Estudiantes de Medicina el 27 de Noviembre de 1889. El Monumento fue erigido un año después, en 1890, por subscripción pública.


Monumento a los Ocho Estudiantes de Medicina en La Habana. Foto del 2007.
Monumento de la Punta a los Ocho Estudiantes de Medicina
“Uno de los cuatros lienzos de pared del edificio del Estado,
“Barracones de Ingenieros, ante los cuales fueron fusilados”
La Habana, Cuba



Fermín Valdés Domínguez en las Crónicas y Ensayos de José Martí.


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Última Revisión: 25 de Septiembre del 2007
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