Como nacen las palmas en la arena 
Y la rosa en la orilla al mar salobre, 
Así de mi dolor mis versos surgen 
Convulsos, encendidos, perfumados. 
Tal en los mares sobre el agua verde, 
La vela hendida, el mástil trunco, abierto 
A las ávidas olas el costado, 
Después de la batalla fragorosa 
Con los vientos, el buque sigue andando.
  
¡Horror, horror! En tierra y mar no había 
Más que crujidos, furia, niebla y lágrimas! 
Los montes, desgajados sobre el llano 
Rodaban; las llanuras, mares turbios, 
En desbordados ríos convertidas, 
Vaciaban en los mares; un gran pueblo 
Del mar cabido hubiera en cada arruga; 
Estaban en el cielo las estrellas 
Apagadas; los vientos en jirones 
Revueltos en la sombra, huían, se abrían, 
Al chocar entre sí, y se despeñaban; 
En los montes del aire resonaban 
Rodando con estrépito; en las nubes 
Los astros locos se arrojaban llamas!
  
Rió luego el Sol; en tierra y mar lucía 
Una tranquila claridad de boda. 
¡Fecunda y purifica la tormenta! 
Del aire azul colgaban ya, prendidos 
Cual gigantescos tules, los rasgados 
Mantos de los crespudos vientos, rotos 
En el fragor sublime. Siempre quedan 
Por un buen tiempo luego de la cura 
Los bordes de la herida sonrosados! 
Y el barco, como un niño, con las olas 
Jugaba, se mecía, traveseaba. |  
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