Homagno sin ventura
La hirsuta y retostada cabellera
Con sus pálidas manos se mesaba.
“Máscara soy, mentira soy, decía;
Estas carnes y formas, estas barbas
Y rostro, estas memorias de la bestia,
Que como silla a lomo de caballo
Sobre el alma oprimida echan y ajustan,
Por el rayo de luz el alma mía
En la sombra entrevé, - ¡no son Homagno! |
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Mis ojos sólo, los mis caros ojos,
Que me revelan mi disfraz, son míos.
Queman, me queman, nunca duerme, oran,
Y en mi rostro los siento y en el cielo,
Y le cuentan de mí, y a mí dél cuentan.
¿Por qué, por qué, para cargar en ellos
Un grano ruin de alpiste mal trojado
Talló el Creador mis colosales hombros?
Ando, pregunto, ruinas y cimientos
Vuelco y sacudo; a sorbos delirantes
En la Creación, la madre de mil pechos,
Las fuentes todas de la vida aspiro. |
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Con demencia amorosa su invisible
Cabeza con las secas manos mías
Acaricio y destrenzo; por la tierra
Me tiendo compungido, y los confusos
Pies, con mi llanto baño y con mis besos,
Y en medio de la noche, palpitante,
Con mis voraces ojos en el cráneo
Y en sus órbitas anchas encendidos,
Trémulo, en mí plegado, hambriento espero,
Por si al próximo sol respuestas vienen.
Y a cada nueva luz, de igual enjunto
Modo y ruin, la vida me aparece,
Como gota de leche que en cansado
Pezón, al terco ordeño, titubea,
Como carga de hormiga, como taza
De agua añeja en la jaula de un jilguero.”
De mordidas y rotas, ramos de uvas
Estrujadas y negras, las ardientes
Manos del triste Homagno parecían! |
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Y la tierra en silencio, y una hermosa
Voz de mi corazón, me contestaron. |
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