Ninfa del Yumurí, virgen hermosa
Cual la del alba matinal sonrisa
Cuando en el cáliz de un clavel se posa
Llevada por el céfiro y la brisa,
Y en quien ostenta Cuba venturosa
La pompa y gala de su rico suelo,
El eco de sus gratos ruiseñores,
La brillantez de su encantado cielo
Y el balsámico aliento de sus flores.
Salve mil veces, cándida Ursulina,
Cuya voz dulce, musical, descuella
En la patria de Heredia peregrina,
Como en las ruinas de la Alhambra bella
El canto de la alondra matutina.
¡Qué esperas, dí!... ¿Legar a la memoria
Vagos recuerdos? páginas confusas
Quieres dejar a la cubana historia
Subir debiendo al carro de las musas
Y lanzarte en la senda de la gloria?
¿No ves, rosa de Idalia,
Angel preciado de la rubia zona,
Que las artistas célebres de Italia
A las que sólo su renombre abona,
Si a ti las une su feliz destino
Contigo acuerdan su expresar divino,
Parten contigo su genial corona?...
¿Quién podrá marchitarte las sagradas
Diademas que te adornan, casta hurí,
Puras, como las conchas nacaradas
Que el mar regala al sesgo Yumurí?
Nadie, por Dios, marchita en lo más leve
Tu artística guirnalda tropical.
Y si es del cielo tu inspirada gracia,
Dí a los potentes que en tu torno están:
«Hola, ricos de la alta aristocracia,
Ved en mí la cubana Malibrán ».
Y es así la verdad; Pues por ventura
Cuando mil almas de tu voz pendían
Y diademas y aplausos te llovían,
¿No eras la reina, tu, de la hermosura?
De tu mérito y gracia admiradores
¡Cuántos quedaron por tu amor muriendo,
Y cuántos te colmaron de loores
Y bendiciones al partir, cubriendo
Tu sien de lauros y tus pies de flores!...
Cuando tu acento divina¡ sonaba,
El lejano Canímar que entreoía,
Su cristal en la arena reclinaba,
Y la onda tersa que a morir corría
Sobre las duras peñas se rompía;
Mas por no interrumpirte, no sonaba.
El San Juan apacible, su sonora
Linfa detuvo: en nube transparente
Veló su faz la luna brilladora,
Y el Pan quebró seis palmas de su frente
Para ceñir a su inmortal cantora. |
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