Negra deidad que sin clemencia alguna
De espinas al nacer me circuiste,
Cual fuente clara cuya margen viste
Maguey silvestre y punzadora tuna;
Entre el materno tálamo y la cuna
El férreo muro del honor pusiste;
Y acaso hasta las nubes me subiste,
Por verme descender desde la luna.
Sal de los antros del averno oscuros,
Sigue oprimiendo mi existir cuitado,
Que si sucumbo a tus decretos duros,
Diré como el ejército cruzado
Exclamó al divisar los rojos muros
De la santa Salem... “¡Dios lo ha mandado!” |
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