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José Martí |
La última página |
La Edad de Oro |
La última página |
Este es el número famoso de La Edad de Oro, donde se ve lo viejo y lo nuevo del mundo, y se aprende como las cosas de guerra y de muerte no son tan bellas como las de trabajar; ¡a saber si el tiempo del Padre las Casas era mejor que el de la Exposición de París! ¿Y quién es mejor: Masicas, o Pilar? Sólo que en todo lo de esta vida hay siempre un desventurado. Y el desventurado de La Edad de Oro es el artículo sobre la Historia de la Cuchara, el Tenedor y el Cuchillo, que en cada número se anuncia muy orondo, como si fuera una maravilla, y luego sucede que no queda lugar para él. Lo que le está muy bien empleado, por pedante, y por andarse anunciando así. Las cosas buenas se deben hacer sin llamar al universo para que lo vea a uno pasar. Se es bueno porque sí; y porque allá dentro se siente como un gusto cuando se ha hecho un bien, o se ha dicho algo útil a los demás. Eso es mejor que ser príncipe: ser útil. Los niños debían echarse a llorar, cuando ha pasado el día sin que aprendan algo nuevo, sin que sirvan de algo.
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¡Quién sabe si sirve, quién sabe, el artículo de la Exposición de París! Pero va a suceder, como con la Exposición, que de grande que es no se la puede ver toda, y la primera vez se sale de allí como con chispas y joyas en la cabeza, pero luego se ve más despacio, y cada hermosura va apareciendo entera y clara entre las otras. Hay que leerlo dos veces; y leer luego cada párrafo suelto; lo que hay que leer, sobre todo, con mucho cuidado, es lo de los pabellones de nuestra América. Una pena tiene La Edad de Oro; y es que no pudo encontrar láminas del pabellón del Ecuador. ¡Está triste la mesa cuando falta uno de los hermanos!
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