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Versos Sencillos |
Yo soy un hombre sincero |
Yo sé de Egipto y Nigricia, |
Odio la máscara y vicio |
Yo visitaré anhelante |
Si ves un monte de espumas, |
Si quieren que de este mundo |
Para Aragón, en España, |
Yo tengo un amigo muerto |
Quiero, a la sombra de un ala, |
El alma trémula y sola |
Yo tengo un paje muy fiel |
En el bote iba remando |
Por donde abunda la malva |
Yo no puedo olvidar nunca |
Vino el médico amarillo |
En el alféizar calado |
Es rubia: el cabello suelto |
El alfiler de Eva loca |
Por tus ojos encendidos |
Mi amor del aire se azora; |
Ayer la vi en el salón |
Estoy en el baile extraño |
Yo quiero salir del mundo |
Sé de un pintor atrevido |
Yo pienso, cuando me alegro |
Yo que vivo, aunque me he muerto, |
El enemigo brutal |
Por la tumba del cortijo |
La imagen del rey, por ley, |
El rayo surca, sangriento, |
Para modelo de un dios |
En el negro callejón |
De mi desdicha espantosa |
¡Penas! ¿Quién osa decir |
¿Qué importa que tu puñal |
Ya sé: de carne se puede |
Aquí está el pecho, mujer, |
¿Del tirano? Del tirano |
Cultivo una rosa blanca, |
Pinta mi amigo el pintor |
Cuando me vino el honor |
En el extraño bazar |
Mucho, señora, daría |
Tiene el leopardo un abrigo |
Sueño con claustros de mármol |
Vierte, corazón, tu pena |
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José Martí |
Versos Sencillos |
Poesía IX |
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“La Niña de Guatemala” |
Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
La que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos,
Y las orlas de reseda
Y de jazmín: la enterramos
En una caja de seda.
...Ella dió al desmemoriado
Una almohadilla de olor:
El volvió, volvió casado:
Ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores:
Detrás iba el pueblo en tandas,
Todo cargado de flores.
...Ella, por volverlo a ver,
Salió a verlo al mirador:
El volvió con su mujer:
Ella se murió de amor.
Como de bronce candente
Al beso de despedida
Era su frente ¡la frente
Que más he amado en mi vida!
...Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor:
Dicen que murió de frío:
Yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada,
La pusieron en dos bancos:
Besé su mano afilada,
Besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer,
Me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
A la que murió de amor! |
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