Damisela La Solución por José Martí.

José Martí - La Solución. Bandera de Cuba.

José Martí
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José Martí
La República Española ante la Revolución Cubana,
La Solución

“La Solución” fue publicada en el periódico La Cuestión Cubana, de Sevilla, del cual era director Paulino Gutiérrez y Fernández. Esta obra se refiere al folleto “La República Española ante la Revolución Cubana”.




La Solución

El gobierno de la República es un gobierno nuevo; nueva, pues y lógicamente distinta de las anteriores, ha de ser su política en los asuntos cubanos.


No he de andar aquí pródigo de comentarios. Tan rápidamente se precipitan los sucesos; tanta luz de verdad los ilumina, que más que yo ellos han de decir lo que La Cuestión Cubana entiende, como yo lo entiendo, y lo entienden todos los que inspiran su patriotismo en las necesidades de su patria y la razón.


Ni hemos de necesitar insistir en la exigencia de que el gobierno que promete al país el planteamiento de un sistema regenerador, lo plantee en lo que a Cuba toca con toda la lógica precisa y toda la honradez valerosa que el sistema que promete reclama. Harto vacilante anda el gobierno, harto tímido en todo lo difícil, harto silencioso en la cuestión de Cuba para que no temamos que esta vez como tantas otras veces el clamoreo de la honra de oro se imponga y apague la voz de la verdadera honra. ¡Tanto se ha extraviado la firmeza de sus convicciones! ¡Tanto olvidan siempre por exigencias extrañas, convicciones propias los que en España disponen del poder! ¡Tanto tememos de quien hasta ahora vacila, de quien vacila todavía en dar a la cuestión ensangrentada de la Antilla el carácter que necesariamente se desprende del sistema nuevo que ha entrado a gobernar!


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O es vigoroso, o está mal seguro de su vigor el Gobierno. Si sabe que es fuerte, si sabe que él es el país, si sabe cómo los hombres enérgicos y honrados llevan en todas las cuestiones el sistema a la práctica, si sabe que sólo así conquistan los gobernantes respeto y gloria, si todo esto sabe, y autoriza todos los tremendos dolores de la Isla, y los auxilia, y los prosigue -el Gobierno será entonces cobarde,- más que cobarde será el Gobierno.


Si sabe lo que su deber le impone, y cree que debe cumplirlo, y no lo cumple -confiesa así que vive vida mísera, sin fuerza y sin vigor.


¿No impone el sistema republicano, el sistema del respeto a las decisiones del sufragio, deberes al Gobierno en la cuestión de Cuba, deber de reparar males pasados? -Traidor a la República será el Gobierno, traidor al sentimiento de humanidad, a las necesidades de su conciencia, traidor a la dignidad y a la honradez, si no cumple todos los deberes que el sistema de la República le impone.


¿No es razón la República? ¿No es sufragio? ¿No es respeto a la decisión popular? ¿No es libertad para los que merecen ser libres? ¿No es manera patriótica- que no ha de excluir para serlo lo justo ni lo recto-de resolver las cuestiones que las simpatías de los pueblos republicanos acogen y secundan? -O así resuelve estas cuestiones el Gobierno, o así respeta el sufragio, o así va a buscar sus determinaciones para el pueblo en lo que el pueblo decida, o desmiente, si no lo hace, todos los derechos que la alimentan, todos los principios que la fundan.


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La honradez no es la debilidad, no es la cobardía, ni es el consejo pusilánime que se pide a los adversarios, ni la resolución que se inspira en lo que los adversarios quieren.


La honradez es el vigor en la defensa de lo que se cree, la serenidad ante las exigencias de los equivocados, ante el clamoreo de los soberbios, ante las tormentas que levanten los que entienden mejor su propio provecho que el provecho patrio.


Cuba se alzó, con más fe republicana que España porque se alzó antes que ella, para conquistar los mismos derechos que la República conquista. ¿Qué tiene entonces que combatir España en Cuba?


Pero dicen que Cuba se alza, no por la República sólo, sino por la República contra España.-¡Cómo!-Y ¿queréis, vosotros los hijos del sufragio y de la razón, gobernar a Cuba contra la razón y contra el sufragio, dominar a Cuba por la devastación y por la fuerza?


-¡Cómo!-Vosotros, hijos de la República, ¿ahogaréis en sangre la petición de Cuba, petición de derechos y de libertades republicanas? -¡Fratricidas e infames si por más tiempo la ahogáis!


Pero dicen que Cuba tuvo razón cuando se alzó contra España opresora y monárquica, que Cuba no tiene razón ahora que se alza contra España liberal y republicana. Y ¿porque no os alzasteis al mismo tiempo que ella? ¿porqué no defendisteis con ardor sus libertades? ¿porqué no tuvisteis siquiera el valor de decir que tenía razón? ¿porqué fuisteis tan complacientes con la infamia? ¿porqué queréis que un pueblo que sabe defender con tanta energía su independencia quede sujeto a la suerte de un país cuya salvación ni vosotros mismos podéis conseguir, que un pueblo tan decidido y tan firme se conserve contra su voluntad subyugado a un pueblo que no tiene en sus mismas cuestiones decisión ni firmeza?


Y sobre todo: sobre estas razones de tiempo, sobre todos estos derechos adquiridos por constancia y por los años que quiso Cuba adelantarse a vosotros ¿vale la posesión de Cuba que la posean contra su voluntad, por derecho de sangre y por la fuerza, por un nuevo derecho de conquista, si execrable en todos los tiempos, doblemente en vosotros execrable?


Si queréis poseerla así, si podéis seguirla poseyendo, poseedla. -Yo tendría un remordimiento eterno en conservar aquello cuya conservación me costara verter sangre noble y vigorosa de hermanos míos.


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Y no podría tampoco el Gobierno evitar que al fin lograse Cuba la independencia porque lucha.


Si la escasez de las desventuradas tropas no bastara, las cuestiones tenebrosas de Hacienda bastarían.


Tropas desventuradas las que allí van a morir, tropas engañadas que, no combatirían si supieran bien porque combaten, como no os atreveríais a combatir vosotros, hijos de la República que estáis en el poder -porque sería demasiado peso de infamia para vuestra historia de mañana, -y enviáis sin embargo hermanos nuestros, enviáis españoles a que luchen y a que mueran por lo que vuestra conciencia os dice que no deben luchar ni morir, por lo que vosotros -yo os lo vuelvo a asegurar- no tendríais decisión bastante para luchar jamás.


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El Gobierno no ha podido enviar este año a Cuba, no ya refuerzos para continuar la lucha, sino los soldados necesarios para cubrir las bajas. Los insurrectos sin embargo, no ceden en su empeño, y se muestran más que nunca fuertes y potentes.


El Gobierno necesitaría enviar pues, para dominarlos, algo más que las tropas suficientes para que repararan las bajas del ejército. Los insurrectos de Cuba también reciben soldados nuevos que reparan las bajas en sus filas, si no tan abundantes en número, equilibrados con ellos por la protección del clima a que están acostumbrados, de los naturales que los aman, y del entusiasmo fecundador que los anima.


Enviando, por tanto, el número exacto de soldados para cubrir bajas, el Gobierno no lograría más que mantener la guerra en el mismo estado que la ha mantenido hasta hoy.


¿A que demostrar que para tener alguna probabilidad de triunfo contra aquél pueblo que ni cede, ni teme, ni descansa, había de enviar el Gobierno refuerzos de tropas, mayores que los que en vano le han pedido de Cuba?


Y no ha enviado estos refuerzos, no ha enviado siquiera el número necesario para reponer las pérdidas de las tropas, no ha enviado más que una parte pequeña del número pedido como indispensable, de Cuba.


Los insurrectos han recibido refuerzos por su parte. Y yo aseguro al Gobierno que no serán esos refuerzos los últimos que reciban.


El Gobierno, pues, hoy por hoy, no consigue mantener en Cuba como hasta ahora la mantuvo, la guerra, no sólo no ha podido enviar número bastante de soldados para aumentar sus probabilidades de victoria, sino que ni aun ha podido enviar el necesario para reponerse de sus pérdidas pasadas.


Y no se diga que quizás contribuya a esta escasez la necesidad de mantener tropas en España por la sublevación carlista. ¿Permitirán acaso, terminada la sublevación, las discordias de España que en largo tiempo se separe de ella el escaso ejército que hoy paga el Estado? Para España no podría desaparecer sin riesgo de correr gravísimos peligros. No se diga que los voluntarios retribuidos suplirían al ejército que estuviese atado a la península por sus contiendas continentales. ¿Daría el alistamiento nuevo más resultados que los que ha dado hasta ahora? No los daría, que la retribución no basta ciertamente a borrar de los voluntarios el temor de perder infructuosamente sus vidas. Ni se diga tampoco que la guerra en Cuba concluiría ahora por un alzamiento nacional. La nación no se alzaría, porque andan en España muy divididas las opiniones sobre Cuba, porque no pocos admiran la resistencia heroica de los cubanos, porque muchos entienden la justicia de su alzamiento, porque es cosa ya rara que alguien le niegue el derecho a levantarse.


La nación no se alzaría, puesto que la nación es republicana, como asegura el Gobierno de la República, y si sus compromisos especiales pueden estorbar al Gobierno, la nación que sólo tiene compromisos con su honra no querría mancharse con manchas de fratricidio.


No se alzaría la nación. Y si se alzara engañada, no tardaría en volver arrepentida sobre sus pasos como quisieron volver al llegar los voluntarios catalanes republicanos, aquellos voluntarios que lenguas del Gobierno dicen, y el Gobierno sabe que dicen bien, que fue necesario prender antes de salir a campaña por sus manifestaciones favorables a la insurrección, arengar y sofocar durante su permanencia en la Habana, y volver a traer presos más tarde cuando hubo según lenguas del Gobierno dicen, alguno que no quiso pelear contra sus hermanos. Y no diré yo que muchos se pasaron al campo de la insurrección, porque no podría confirmarlo ni probarlo.


Y, al fin, si la nación engañada se alzara, la emigración cubana se alzaría; lo que en algunos ha sido hasta ahora simpatía ferviente sería entusiasmo que correría a luchar; los que hasta ahora fueron sostenedores con su peculio, serían entonces sostenedores con su sangre; todos los que no luchan irían de una vez, e irían a un tiempo, y no tardarían mucho en ir, a reunirse con los que luchaban ya; y caerían potentes y rápidos y compactos sobre la nación alzada y no es probable que se alce, que no podría por su parte caer sobre Cuba tan rápida y compactamente como ellos, que no podría llevar a Cuba, España desconfiada y desmembrada como está, ese inmenso ardor patriótico, y ese empuje soberbio y vigoroso que solo tienen las guerras en que los pueblos luchan por conseguir al fin su independencia.


¿No recuerdan los españoles cómo lucharon ellos contra los franceses? Así luchan, así lucharán siempre, así lucharían los insurrectos contra ellos.


¿No saben ya los españoles cómo una guerra de independencia es invencible, cómo si cae una vez subyugada y vencida, ayudada por la experiencia primera, exaltada por la victoria de los déspotas, se alza otra vez con más potente impulso y más seguros y decididos movimientos? Aunque la nación se alzara, no vencería, pues, la voluntad unánime de Cuba.


Aunque la venciera, la voluntad que no se extermina, sino se comprime y se subyuga, surgiría de nuevo con todo ese vigor y esa potencia con que surgen las cosas comprimidas.


A más, es malvado que la República combata a la República, sólo porque la combatida tuvo el valor de despertar primero que ella a los latidos de su corazón esclavo y torturado.


Ex repugnante, a más, es cruel, es imposible que la República de España conserve tierras por execrables derechos de conquista.


Y es también cosa de rudísima crueldad en los españoles que envían otros españoles empujados e inconscientes a combatir porque los que los envían no se atreverían a combatir jamás, por lo que los míseros españoles empujados, españoles pagados para matar, y dejarse matar, no combatirían por cierto si alguna vez supieran que era lo que combatían.


Y habrá quien se los haga saber.


Y he de hacer ahora brevísimas consideraciones sobre el estado de la Hacienda.


De dos Tesoros podría surgir alimento para los gastos de la guerra en Cuba. -Podría pagarlos la Hacienda de la Península.-Podría seguirlos pagando como hasta aquí, la Hacienda de la Isla.


Los peninsulares de la Isla, interesados primero en el triunfo del Gobierno-y yo no me he de ocupar en hablar de aquellos altos Jefes españoles de voluntarios a quienes altos miembros del Casino Español han dicho en los periódicos peninsulares que no son ellos de aquellos que fingiendo ardor por extinguir la insurrección, la alimentan porque les produce, y enriquecen rápidamente a su sombra,-los peninsulares excepto estos, de la Isla son los llamados a agotar todos los recursos para aplicarlos a las necesidades de la lucha.-Pero ¿durarán mucho tiempo los recursos de los peninsulares antillanos? ¿querrían prestarlos por más tiempo de los que con tantos afanes han logrado para sí, y de los que a cuenta de mayores adelantos después de la victoria han dado hasta hoy, seguros de ella, los que ya dudan y desesperan, y no ocultan por cierto su desconfianza? ¿se ha cubierto el empréstito voluntario? ¿no se rebelan contra el empréstito forzoso? ¿acaso no es verdad que del empréstito de veinte millones sólo se han reunido siete millones y medio? ¿acaso no es verdad que ese empréstito se anunció como de urgencia tanta, que sin él no era posible terminar la guerra, y que con él se terminaría? ¿acaso no es verdad que a pesar de este angustioso llamamiento no se ha cubierto más que la tercera parte del empréstito?


¿No muestra esto la desconfianza de los peninsulares de la Isla en el triunfo? ¿No dice esto de clarísima manera lo que puede esperar ya la lucha, si dura aun algún tiempo, del Tesoro de la Isla, alimentado hasta hoy por los que hoy se niegan ya a alimentarlo?


El Gobierno en Cuba ha pedido sin éxito la acogida a un esfuerzo supremo para terminar la guerra. -El esfuerzo supremo no ha sido ayudado por la parte del país que lo había de apoyar. -El Gobierno, pues, no puede imponer a la guerra sino la marcha lenta e impotente que este fracaso económico arrastra.


Y esto respecto a la Hacienda de la Isla. -Y esto, si es para España desconsolador, no es por eso menos real-Todos saben que esto es real. -Busquen, pues, la solución digna que en la guerra de mi patria sólo hay una digna solución a la catástrofe cercana del crédito en la Antilla.


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Pero ¿puede mantener la guerra este exhausto y mísero Tesoro peninsular? ¿este Tesoro sobre el que pesan los intereses escandalosos de la deuda, no menos escandalosos que impacientes, -este Tesoro que no logra, a pesar de los empréstitos constantes que realiza, cumplir con las obligaciones que marca el presupuesto de la Península?


No podría en verdad, el Tesoro de la nación, que no puede cubrir las más urgentes necesidades de España, sostener aquellos crecidísimos gastos de la guerra en Cuba, allí donde la guerra absorbe cantidades tan considerables, mucho más considerables aun cuando hubiese de sostenerla con dinero del continente, que en manera alguna podría guardar relación con la rápida formación y fecundos intereses de los capitales americanos.


¿Realizaría un nuevo empréstito España para sofocar la guerra de Cuba?-Lo realizaría tal vez, pero atendiendo a la extraordinaria falta de relación entre los exorbitantes gastos de la guerra en la Antilla y el capital de Europa, por crecido que fuera el empréstito, y no anda por cierto seguro de sobra el crédito español para que pudiese lograrlo muy crecido, no bastaría al mantenimiento de la guerra durante todo el tiempo necesario para la derrota completa de la revolución, si es que alguna revolución puede ser derrotada.


El empréstito no lograría sostener la guerra. Ayudaría entonces a sostenerla el espíritu peninsular antillano, reanimado de seguro ante el aumento del Tesoro para los gastos de la lucha. -Pero la guerra seguiría como a pesar de las inmensas sumas invertidas hasta hoy, y el número considerable de cadáveres sepultados en la Isla, sigue indomable y potente, -los recursos del empréstito concluirían, volvería la desanimación de los peninsulares; y tornarían las cosas de nuevo al estado en que hoy tan pesadamente se mueven, y aumentando el oscuro porvenir de esta tierra con un empréstito más. -Y cuenta que todo esto podría suceder habiendo soldados que lucharan.


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Difíciles y sombríos son los problemas que al Gobierno afligen en la cuestión de Cuba, pero solo son sombríos y difíciles en tanto cuanto el Gobierno no tenga la virtud de la resignación y la energía de la virtud.


No repito ya que sea fratricida e impía la guerra de la República de España contra Cuba, no quiero repetir que es ahora más que nunca execrable e infausta, no quiero decir más, que temo que a la honra legítima y sagrada se sobreponga una vez más el clamoreo de la honra de oro, ni diré tampoco que, en honradez y en justicia, el Gobierno no puede dar a la cuestión Cubana más solución que aquella que unánime e inflexiblemente le señala el pueblo indomable de Cuba. Ni he de preguntar más al Gobierno si alguna vez no se confunde, si en algún momento no se espanta, sí en ciertos instantes no siente deseos angustiosos de morir, cuando piensa que sigue enviando españoles a que mueran, que siguen muriendo por conquistar un derecho supremo los republicanos de Cuba, que él podría con valor insigne y glorioso terminar tanto dolor, que ya es culpa suya toda la sangre que se vierta!


Ah! Pero el esfuerzo supremo es la independencia de Cuba!


Sí! ¡Es la independencia; castigo tremendo de vuestros seculares errores de colonización, de vuestra política absolutista de conquistadores en tiempo de libertad, de vuestra opresión sin límite en lo dura, y sin descanso en lo cruel. ¿Cómo os atrevéis a combatir en los demás como culpa que combatan una culpa que fue vuestra, que como vuestra culpa reconoció?


Sí. ¡Es la independencia el esfuerzo supremo de mí patria porque se siente unida en una aspiración fuerte, compacta, potente, ilustrada, rica, amada, requerida por la más fecunda prosperidad, y España dividida, desmembrada, en la política desmoralizada, en la administración corrompida, en la industria atrasada, en el comercio pobre, en todo devastada y decaída, no puede llevarla allí donde sus fuerzas vírgenes la arrastran, allí donde el comercio y el cuidado de un mundo nuevo y floreciente la atraen con invencible poder.


Sí. ¡Es la independencia la aspiración unánime de Cuba, porque Cuba no quiere subyugar su vida joven y robusta a la vida débil y roída que arrastra la nación en el continente, porque no quiere verse de nuevo sujeta como España a que un cambio político le arranque sus derechos como provincia española, si admitiera serlo, y la vuelva al estado mismo de postración y de riqueza infame en que la dominación de España la sujetaba y oprimía.


Potente, vigorosa, rica ¿cómo pretendéis con razón que se someta a un país que ni prosperidad, ni vigor, ni potencia le brinda, porque en vano la busca para sí?


La monarquía pagó sus pecados inmensos con su caída del trono.-Justo es que España pague sus pecados coloniales con la independencia de mi país que no supo administrar ni hacer más feliz, que ha devastado y ensangrentado sin piedad y sin compasión en la guerra.


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Y ¿No creéis gusto que recojáis vosotros el fruto de los pecados de la monarquía, vosotros que habéis trabajado por la ventura de vuestra patria?


Pues ¿Cómo, os atrevéis a tachar de injusticia que nosotros pretendamos recoger el fruto de vuestros pecados coloniales -pecados que no tenéis medio alguno de corregir- nosotros que hemos trabajado por lo que entendemos que es la ventura, y la prosperidad de Cuba?


José Martí


La Cuestión Cubana. Sevilla, 26 de abril de 1873.





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Última Revisión: 25 de Septiembre del 2007
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