Vd. no necesita de palabras: por segundos estoy contando mis instantes: mudo de rumbo, porque no se me da tiempo para más: Gonzalo va en mi lugar, y lleva dos objetos: que con su visita se apriete ahí nuestro corazón, y hable y obre de modo que en Cuba enseguida se sepa y resuene, -y que lo que voy a hacer no falle, -lo supremo que voy a hacer -por la pequeñez porque suelen a veces quedar deshechas las obras más grandes. -A la ida, sobre todo, Gonzalo estará un solo día. Rodeémelo, y véale qué bella alma. -Ya a la ida debe salir de ahí con gran parte vencida. A la vuelta conversará más con Vd., y verá cómo por acá hemos vivido siempre en el culto y ternura de su casa, y hacemos por ser dignos de ella. ¿He caído de ella, porque no escribo, porque sangro, porque no me dejo aturdir ni abatir, porque tallo en la roca y en la mar mi caballo nuevo, cuando me desensillan de una puñalada el caballo? Vamos muy bien; pero no me le quiten, en lo que voy a hacer, fuerza a la mano. -Adiós, y a la casa querida,
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