[República Dominicana, Febrero de 1895] |
Sr. Presidente del Club “10 de Octubre”.
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Puerto Plata |
Distinguido compatriota:
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La mejor comunicación que pudiera el Delegado dirigir a Vd. es la prueba solemne de que nuestras previsiones y nuestros esfuerzos no han sido nulos; la mejor nota del Delegado al club "10 de Octubre" es la Isla de Cuba alzada ya en armas para obtener, por la guerra que desarrolla y asegura los caracteres, el decoro de sus hijos. Y el club tendrá sólo una respuesta por el Delegado, que lo estima tanto, y que aplaude tanto su energía, sus servicios reales y su fe: la respuesta será ordenarse, con más bríos que nunca, en un cuerpo prudente e incansable de animación, de entusiasmo continuo, sin miedo a reveses pasajeros; de logro de recursos porque el socorro inmediato y en su arranques, a nuestra guerra nueva la hará fuerte, y por lo tanto breve, y más útil y fácil a la solidez de una república ordenada y trabajadora.
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Muy ansioso ha estado siempre el Delegado de visitar al club "10 de Octubre". Pero ya explicó, en comunicación dirigida al club, las razones de prudencia, y que han dado ya todos los resultados apetecidos, por que por motivos locales muy patentes y atendibles, relacionados con el país en general, no visitó el Delegado en el primer viaje, muy contra su corazón a Puerto Plata, y a los magníficos hijos, a los hijos probados que ahí tiene Cuba. El segundo viaje a Montecristi fue una simple visita de consulta al general Máximo Gómez. Y hoy cuando el honor estalla, y la obra está ya regada con sangre, ni aun con el tiempo bastante, que le está negado, pudiera la Delegación visitar el club, porque en eso, como en todo, el éxito, que puede ser muy grande, de las labores de Cuba en este país, depende de que, por nuestra moderación en todo lo ostensible, sin caer por eso en timidez innecesaria e indigna, nos permita con placer el país el ejercicio de un patriotismo que respetará y ayudará a él más, mientras más cuidadoso sea este patriotismo nuestro en evitar al país conflictos exteriores, ni querellas interiores de nuestros enemigos. De todos modos débese esto decir, y hacer: debe continuamente proclamarse que no es el objeto del club azuzar en tierra amiga el odio hacia los que a ella, como hoy nosotros, oprimieron; sino aspirar a la libertad, con toda la solemnidad del hombre libre. Que el acento de nuestras palabras sea, principalmente en lo público, no clamor inútil de venganza feroz, que no cabe en pechos nuestros, sino el justo cansancio de un pueblo sofocado que aspira, por su emancipación de un gobierno convicto de nulidad y malevolencia, al gobierno propio de que es capaz y digno. Que se vea en nosotros a americanos edificadores, no a rencorosos vanos. Esa es nuestra guerra; ésa es la República que reanudamos. Ese es el Partido Revolucionario. Ese ha sido y seguirá siendo el club "10 de Octubre".
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¿Qué pudiera sugerir la Delegación a un club como este, que, en pleno ejercicio de las funciones propias y libres que a los clubs están reservadas, y como muestra muy valiosa de la vida espontánea, y de tal decoro humano, de la labor con que hemos puesto a la patria en pie, ha vivido de sí mismo, y actuando de su natural inspiración, y con los métodos posibles en su ciudad, sin fallar ni chocar, en su existencia útil, con los principios que nos guían a nuestra obra práctica de armar, y mantener armada, nuestra tierra para su obra de concordia y fundación?
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¿Qué pudiera sugerir el Delegado al club? Ya no habrá denegadores, porque la sangre sublime está corriendo para redimir a los que niegan. Y entre los hombres de este pueblo, que nos alienta con su cariño y nos asila en sus hogares, no hay más que amigos. Que la habilidad en los métodos del club, el evitamiento de la publicidad innecesaria, aunque no de la decorosa y legítima, la idea fija de obtener y de prestar el servicio, y asegurarlo por el silencio, en vez de hacerlo imposible o mínimo por la publicación, ensanchen como es preciso que ensanchen, los esfuerzos del club. Que la moderación en nuestro júbilo patriótico, y en su peligrosa notoriedad, quite causa de queja a nuestros adversarios pudientes, y obliguen a respeto cuanto tenga de justicia y corazón. Que el sigilo en los auxilios que se han de pedir a cuanto cubano no desee dejar desde hoy prueba de que no lo es, y antecedente de fría inhumanidad, sea un incentivo y garantía para los que sin riesgo no puedan hacer de público. Que a todas las puertas se llame y se vuelva a llamar. Que al fin cada ciudad de América sea una bolsa de la libertad de Cuba, que es garantía indispensable de la de nuestra familia de pueblos en el continente. Estamos haciendo obra universal.
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Para el primer arranque, pues, ahora que ya quema a los ojos la prueba, demándese la cuota de hijo a cada cubano; y luego, cuando aún haya más razón, la de hermano a cada hijo de América. Que se conozca nuestra obra, y todo hombre se ponga a ella. Pídase sin ira. Perdónese aun cuando ahogue la indignación. Insístase en hacer virtuoso al indiferente, y útil al tibio. Manténgase el entusiasmo público por el respeto que nos traiga el no abusar de él. Créense fuentes continuas y fáciles de recursos, para curar a los heridos y poner armas en los brazos fuertes. Puesto que unos mueren, ayuden otros, y respeten todos. Espera mucho de ese club su agradecido representante,
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El Delegado |
José Martí |
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