Dijo sus secretos el faisán de oro: - |
En el gabinete mi blanco tesoro, |
De sus claras risas el divino coro. |
. |
Las bellas figuras de los gobelinos, |
Los cristales llenos de aromados vinos, |
Las rosas francesas en los vasos chinos. |
. |
(Las rosas francesas, porque fué allá en Francia |
Donde en el retiro de la dulce estancia |
Esas frescas rosas dieron su fragancia.) |
. |
La cena esperaba. Quitadas las vendas, |
Iban mil amores de flechas tremendas |
En aquella noche de Carnestolendas. |
. |
La careta negra se quitó la niña, |
Y tras el preludio de una alegre riña |
Apuró mi boca vino de su viña. |
. |
Vino de la viña de la boca loca, |
Que hace arder el beso, que el mordisco invoca, |
¡Oh los blancos dientes de la loca boca! |
. |
En su boca ardiente yo bebí los vinos, |
Y pinzas rosadas, sus dedos divinos, |
Me dieron las fresas y los langostinos. |
. |
Yo la vestimenta de Pierrot tenía, |
Y aunque me alegraba y aunque me reía, |
Moraba en mi alma la melancolía. |
. |
La carnavalesca noche luminosa |
Dió á mi triste espíritu la mujer hermosa, |
Sus ojos de fuego, sus labios de rosa. |
. |
Y en el gabinete del café galante |
Ella se encontraba con su nuevo amante, |
Peregrino pálido de un país distante. |
. |
Llegaban los ecos de vagos cantares; |
Y se despedían de sus azahares |
Miles de purezas en los bulevares. |
. |
Y cuando el champaña me cantó su canto, |
Por una ventana ví que un negro manto |
De nube, de Febo cubría el encanto. |
. |
Y dije á la amada de un día: -¿No viste |
De pronto ponerse la noche tan triste? |
¿Acaso la Reina de luz ya no existe? |
. |
Ella me miraba. Y el faisán cubierto de plumas de oro: |
. . . . . . . . . . -« Pierrot ! ten por cierto |
Que tu fiel amada, que la Luna ha muerto!" |