En la isla en que detiene su esquife el argonauta |
Del inmortal Ensueño, donde la eterna pauta |
De las eternas liras se escucha: - Isla de Oro |
En que el tritón elige su caracol sonoro |
Y la sirena blanca va á ver el sol - un día |
Se oye un tropel vibrante de fuerza y de armonía. |
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Son los Centauros. Cubren la llanura. Les siente |
La montaña. De lejos, forman són de torrente |
Que cae; su galope al aire que reposa |
Despierta, y estremece la hoja de laurel-rosa. |
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Son los Centauros. Unos enormes, rudos; otros |
Alegres y saltantes como jóvenes potros; |
Unos con largas barbas como los padres-ríos, |
Otros imberbes, ágiles y de piafantes bríos, |
Y de robustos músculos, brazos y lomos aptos |
Para portar las ninfas rosadas en los raptos. |
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Van en galope rítmico. Junto á un fresco boscaje, |
Frente al gran Oceano, se paran. El paisaje |
Recibe de la urna matinal luz sagrada |
Que el vasto azul suaviza con límpida mirada. |
Y oyen seres terrestres y habitantes marinos |
La voz de los crinados cuadrúpedos divinos. |
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Quirón |
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Calladas las bocinas á los tritones gratas, |
Calladas las sirenas de labios escarlatas, |
Los carrillos de Eolo desinflados, digamos |
Junto al laurel ilustre de florecidos ramos |
La gloria inmarcesible de las Musas hermosas |
Y el triunfo del terrible misterio de las cosas. |
He aquí que renacen los lauros milenarios; |
Vuelven á dar su lumbre los viejos lampadarios; |
Y anímase en mi cuerpo de Centauro inmortal |
La sangre del celeste caballo paternal. |
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Reto |
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Arquero luminoso, desde el zodiaco llegas; |
Aun presas en las crines tienes abejas griegas; |
Aun del dardo herakleo muestras la roja herida |
Por do salir no pudo la esencia de tu vida. |
Padre y Maestro excelso! Eres la fuente sana |
De la verdad que busca la triste raza humana: |
Aun Esculapio sigue la vena de tu ciencia; |
Siempre el veloz Aquiles sustenta su existencia |
Con el manjar salvaje que le ofreciste un día, |
Y Herakles, descuidando su masa, en la harmonía |
De los astros, se eleva bajo el cielo nocturno... |
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Quirón |
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La ciencia es flor del tiempo: mi padre fué Saturno. |
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Abantes |
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Himnos á la sagrada Naturaleza; al vientre |
De la tierra y al germen que entre las rocas y entre |
Las carnes de los árboles, y dentro humana forma |
Es un mismo secreto y es una misma norma, |
Potente y sutilísimo, universal resumen |
De la suprema fuerza, de la virtud del Numen. |
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Quirón |
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Himnos! Las cosas tienen un ser vital; las cosas |
Tienen raros aspectos, miradas misteriosas; |
Toda forma es un gesto, una cifra, un enigma; |
En cada átomo existe un incógnito estigma; |
Cada hoja de cada árbol canta un propio cantar |
Y hay una alma en cada una de las gotas del mar; |
El vate, el sacerdote, suele oir el acento |
Desconocido; á veces enuncia el vago viento |
Un misterio; y revela una inicial la espuma |
Ó la flor; y se escuchan palabras de la bruma. |
Y el hombre favorito del numen, en la linfa |
Ó la ráfaga, encuentra mentor; - demonio ó ninfa. |
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Folo |
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El biforme ixionida comprende de la altura, |
Por la materna gracia, la lumbre que fulgura, |
La nube que se anima de luz y que decora |
El pavimento en donde rige su carro Aurora, |
Y la banda de Iris que tiene siete rayos |
Cual la lira en sus brazos siete cuerdas; los mayos |
En la fragante tierra llenos de ramos bellos, |
Y el Polo coronado de cándidos cabellos. |
El ixionida pasa veloz por la montaña |
Rompiendo con el pecho de la maleza huraña |
Los erizados brazos, las cárceles hostiles; |
Escuchan sus orejas los ecos más sutiles; |
Sus ojos atraviesan las intrincadas hojas |
Mientras sus manos toman para sus bocas rojas |
Las frescas bayas altas que el sátiro codicia; |
Junto á la oculta fuente sumirada acaricia |
Las curvas de las ninfas del séquito de Diana; |
Pues en su cuerpo corre también la esencia humana |
Unida á la corriente de la savida divina |
Y á la salvaje sangre que hay en la bestia equina. |
Tal el hijo robusto de Ixión y de la Nube. |
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Quirón |
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Sus cuatro patas, bajan; su testa erguida, sube. |
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Orneo |
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Yo comprendo el secreto de la bestia. Malignos |
Seres hay y benignos. Entre ellos se hacen signos |
De bien y mal, de odio ó de amor, ó de pena |
Ó gozo : el cuervo es malo y la torcaz es buena. |
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Quirón |
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Ni es la torcaz benigna, ni es el cuervo protervo; |
Son formas del Enigma la paloma y el cuervo. |
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Astilo |
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El Enigma es el soplo que hace cantar la lira. |
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Neso |
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El Enigma es el rostro fatal de Deyanira! |
Mi espalda aun guarda el dulce perfume de la bella; |
Aun mis pupilas llama su claridad de estrella. |
¡Oh aroma de su sexo! ¡oh rosas y alabastros! |
¡Oh envidias de las flores y celos de los astros! |
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Quirón |
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Cuando del sacro abuelo la sangre luminosa |
Con la marina espuma formara nieve y rosa, |
Hecha de rosa y nieve nació la Anadiomena. |
Al cielo alzó los brazos la lírica sirena, |
Los curvos hipocampos sobre las verdes ondas |
Levaron los hocicos; y caderas redondas, |
Tritónicas melenas y dorsos de delfines |
Junto á la Reina nueva se vieron. Los confines |
Del mar llenó el grandioso clamor; el universo |
Sintió que un hombre harmónico, sonoro como un verso |
Llenaba el hondo hueco de la altura; ese nombre |
Hizo gemir la tierra de amor : fué para el hombre |
Más alto que el de Jove : y los númenes mismos |
Lo oyeron asombrados; los lóbregos abismos |
Tuvieron una gracia de luz. ¡Venus impera! |
Ella es entre las reinas celestes la primera, |
Pues es quien tiene el fuerte poder de la Hermosura. |
Vaso de miel y mirra brotó de la amargura! |
Ella es la más gallarda de las emperatrices; |
Princesa de los gérmenes, reina de las matrices, |
Señora de las savias y de las atracciones, |
Señora de los besos y de los corazones. |
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Eurito |
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No olvidaré los ojos radiantes de Hipodamia! |
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Hipea |
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Yo sé de la hembra humana la original infamia. |
Venus anima artera sus máquinas fatales, |
Tras los radiantes ojos ríen traidores males, |
De su floral perfume se exhala sutil daño; |
Su cráneo obscuro alberga bestialidad y engaño. |
Tiene las formas puras del ánfora, y la risa |
Del agua que la brisa riza y el sol irisa; |
Mas la ponzoña ingénita su máscara pregona: |
Mejores son el águila, la yegua y la leona. |
De su húmeda impureza brota el calor que enerva |
Los mismos sacros dones de la imperial Minerva; |
Y entre sus duros pechos, lirios del Aqueronte, |
Hay un olor que llena la barca de Caronte. |
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Odites |
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Como una miel celeste hay en su lengua fina; |
Su piel de flor aun húmeda está de agua marina. |
Yo he visto de Hipodamia la faz encantadora, |
La cabellera espesa, la pierna vencedora. |
Ella de la hembra humana fuera ejemplar augusto; |
Ante su rostro olímpico no habría rostro adusto; |
Las Gracias junto á ella quedarían confusas, |
Y las ligeras Horas y las sublimes Musas |
Por ella detuvieran sus giros y su canto. |
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Hipea |
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Ella la causa fuera de inenarrable espanto: |
Por ella el ixionida dobló su cuello fuerte. |
La hembra humana es hermana del Dolor y la Muerte. |
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Quirón |
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Por suma ley un día llegará el himeneo |
Que el soñador aguarda : Cinis será Ceneo; |
Claro será el origen del femenino arcano: |
La Esfinge tal secreto dirá á su soberano. |
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Clito |
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Naturaleza tiende sus brazos y sus pechos |
Á los humanos seres; la clave de los hechos |
Conócela el vidente; Homero con su báculo, |
En su gruta Deifobe, la lengua del Oráculo. |
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Caumantes |
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El monstruo expresa un ansia del corazón del Orbe, |
En el Centauro el bruto la vida humana absorbe, |
El sátiro es la selva sagrada y la lujuria, |
Une sexuales ímpetus á la harmoniosa furia. |
Pan junta la soberbia de la montaña agreste |
Al ritmo de la inmensa mecánica celeste; |
La boca melodiosa que atrae en Sirenusa |
Es de la fiera alada y es de la suave musa; |
Con la bicorne bestia Pasifae se ayunta, |
Naturaleza sabia formas diversas junta, |
Y cuando tiende al hombre la gran Naturaleza, |
El monstruo, siendo el símbolo, se viste de belleza. |
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Grineo |
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Yo amo lo inanimado que amó el divino Hesiodo. |
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Quirón |
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Grineo, sobre el mundo tiene un ánima todo. |
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Grineo |
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He visto, entonces, raros ojos fijos en mí: |
Los vivos ojos rojos del alma del rubí; |
Los ojos luminosos del alma del topacio |
Y los de la esmeralda que del azul espacio |
La maravilla imitan; los ojos de las gemas |
De brillos peregrinos y mágicos emblemas. |
Amo el granito duro que el arquitecto labra |
Y el mármol en que duermen la línea y la palabra... |
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Quirón |
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Á Deucalión y á Pirra, varones y mujeres |
Las piedras aun intactas dijeron: «¿Qué nos quieres?» |
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Lícidas |
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Yo he visto los lemures flotar, en los nocturnos |
Instantes, cuando escuchan los bosques taciturnos |
El loco grito de Atis que su dolor revela |
Ó la maravillosa canción de Filomela. |
El galope apresuro, si en el boscaje miro |
Manes que pasan, y oigo su fúnebre suspiro. |
Pues de la Muerte el hondo, desconocido Imperio, |
Guarda el pavor sagrado de su fatal misterio. |
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Arneo |
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La Muerte es de la Vida la inseparable hermana. |
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Quirón |
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La muerte es la victoria de la progenie humana. |
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Medón |
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¡La Muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia |
Ni ase corva guadaña, ni tiene faz de angustia. |
Es semejante á Diana, casta y virgen como ella; |
En su rostro hay la gracia de la núbil doncella |
Y lleva una guirnalda de rosas siderales. |
En su siniestra tiene verdes palmas triunfales, |
Y en su diestra una copa con agua del olvido. |
A sus pies, como un perro, yace un amor dormido. |
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Amico |
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Los mismos dioses buscan la dulce paz que vierte. |
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Quirón |
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La pena de los dioses es no alcanzar la Muerte. |
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Eureto |
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Si el hombre -Prometeo- pudo robar la vida, |
La clave de la muerte serále concedida. |
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Quirón |
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La virgen de las vírgenes es inviolable y pura. |
Nadie su castro cuerpo tendrá en la alcoba obscura, |
Ni beberá en sus labios el grito de victoria, |
Ni arrancará á su frente las rosas de su gloria. |
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Mas he aquí que Apolo se acerca al meridiano. |
Sus truenos prolongados repite el Océano; |
Bajo el dorado carro del reluciente Apolo |
Vuelve á inflar sus carrillos y sus odres Eolo. |
Á lo lejos, un templo de mármol se divisa |
Entre laureles-rosa que hace cantar la brisa. |
Con sus vibrantes notas del Céfiro desgarra |
La veste transparente la helénica cigarra, |
Y por el llano extenso van en tropel sonoro |
Los Centauros, y al paso, tiembla la Isla de Oro. |