No existe lazo ya; todo está roto: |
plúgole al cielo así, ¡bendito sea!, |
amargo cáliz con placer agoto; |
mi alma reposa al fin; nada desea. |
Te amé, no te amo ya; piénsolo, al menos. |
¡Nunca, si fuere error, la verdad mire! |
Que tantos años de amarguras llenos |
trague el olvido; el corazón respire. |
Lo has destrozado sin piedad; mi orgullo |
una vez y otra vez pisaste insano... |
mas nunca el labio exhalará un murmullo |
para acusar tu proceder tirano. |
De graves faltas vengador terrible, |
dócil llenaste tu misión; ¿lo ignoras? |
no era tuyo el poder que, irresistible, |
postró ante ti mis fuerzas vencedoras. |
Quísolo Dios, y fue. ¡Gloria a su nombre! |
todo se terminó; recobro aliento. |
¡Ángel de las venganzas! Ya eres hombre... |
ni amor ni miedo al contemplarte siento. |
Cayó tu cetro, se embotó tu espada... |
mas ¡ay, cuán triste libertad respiro! |
Hice un mundo de ti, que hoy se anonada, |
y en honda y vasta soledad me miro. |
¡Vive dichoso tú! Si en algún día |
ves este adiós que te dirijo eterno, |
sabe que aun tienes en el alma mía |
generoso perdón, cariño tierno. |