. . .Delmira Agustini no ha muerto. Vive en sus |
hondas poesías inmarcesibles, que es tanto como |
vivir en el corazón de los admiradores, y vive en |
aquella casa de donde fué sacado su cuerpo, ya va |
para diez años, pero donde quedó prendida su al- |
ma. Es allí donde nosotros la acabamos de en- |
contrar. |
. |
. . .Dos padres amorosos consagran su existencia |
a recordar la excepcional criatura que se fué. |
Unas manos fraternas coleccionaron - y revisan |
de tiempo en tiempo - borradores, algunos in- |
descifrables. Toda la casa está llena de su espí- |
ritu. Delmira Agustini vive, domina, preside los |
aposentos... Recordamos la mañana aquella que |
fuimos a la casa en cuya sala se había improvi- |
sado la capilla ardiente. Estaba llena de detalles |
emocionantes la espaciosa habitación. Cerca del |
féretro, donde la gran poetisa dormía para siem- |
pre, con los bucles sedeños acariciando el bello |
rostro de marfil, estaba "mudo el teclado en su |
clave sonoro". Y más allá, siempre como en el |
verso de Darío, "en un vaso olvidada" langui- |
decía una flor. Veíanse los cuadernos de música |
que la excelsa artista hojeó con sus manos lilia- |
les; los cuadros que Delmira Agustini pintó; los |
bordados que combinara; las leves maderas que |
llenó hábilmente con calados de filigrana; la mu- |
ñeca que le compraron los padres a los cuatro |
años y que Delmira conservó siempre, porque en |
su bondad infinita, ni siquiera osara "hacerle da- |
ño" a las muñecas... |
. |
. . .Diez años después, hemos vuelto a la casa. |
Faltaba en la sala aquella figura, dulce y extática, |
que semejaba una santa al reposar en el ataud. |
Pero permanecía incambiado todo lo demás: el |
piano, cuyas teclas acariciaban largamente sus |
dedos; los cuadros que pintó para escapar al peso |
doblegante de sus ideas geniales, sus bordados, |
sus marquitos de madera calada, su muñeca, es- |
perando que la alzaran del sofá las dulces manos |
de la dueña... |
. |
. . .Y más allá, prolongando la velada, con el miedo |
al insomnio, a ese terrible insomnio que se pa- |
dece en la casa desde que quien resultara su glo- |
ria y su alegría se fué, vimos a los padres de |
Delmira. El señor Agustini, con el alma desga- |
rrada, pero sobreponiéndose al dolor, da ánimos |
a la afligida compañera, menos hábil para ocultar |
sus sufrimientos, que suspira y nos dice: |
. |
. . .-¿ Ustedes habían tratado a mi hija ?... |
. |
* * * |
. |
. . .En Delmira Agustini coincidieron rasgos típi- |
cos de razas admirables. Su abuelo paterno era |
francés y el materno alemán. Las abuelas nacie- |
ron en la Argentina y en el Uruguay respectiva- |
mente. La ascendencia de la abuela paterna fué |
italiana. Así Delmira tuvo en su espíritu la acui- |
dad francesa, la grandeza sajona, la imaginación |
meridional y el perfume selvático de la libre Amé- |
rica. |
. |
. . .Don Santiago Agustini se casó por amor en el |
año 1882. Su joven compañera, entonces de una |
sugestiva belleza, había nacido en Buenos Aires. |
El matrimonio tuvo un niño, lo que contrarió, |
con esa contrariedad pasajera de las recién ca- |
sadas, a quien soñaba con peinar los bucles de |
una blonda niña. Pero llegó ésta cuatro años más |
tarde. Era de ojos azules, muy blanca, muy sana, |
como algo de Walkyria. La casa fué chica para al- |
bergar el regocijo, la ventura de todos. A los seis |
meses engañaba a los que la veían, por su des- |
arrollo; a los nueve decía palabras enteras; poco |
después de los diez, caminó... A los dos años, |
viendo estudiar al hermanito, deletreaba; a los |
cuatro escribía; a los cinco bordó un mantel que |
conserva, como una joya, la familia. |
. |
. . .-Fué precoz, muy precoz, - nos dice la ma- |
dre. -No incurro en trivial vanagloria de fami- |
lia. Yo afirmo que mi hija fué excepcional. No |
jugó nunca, a pesar de que tenía en casa al her- |
manito. Su seriedad nos desconcertaba. Desde |
los tres años, yo la recuerdo sentada junto a mí, |
cosiendo y haciendo zurcidos al principio; luego, |
bordando... |
. |
. . .No fué a colegios. A los siete años, la mamá se |
ocupaba de su instrucción. Mujer ilustrada, real- |
mente culta, enseñó a leer y a escribir a la niña, |
se preocupó de familiarizarla con todas las mate- |
rias imprescindibles, sin excluir la aritmética. |
Pero le buscó una hábil maestra de piano, pues, |
hija de alemán -¡y cono alemán, buen músico ! |
- la señora de Agustini concedía verdadera im- |
portancia al arte. Madame Bemporat, que este es |
el nombre de la profesora, fué la primera persona, |
a un lado la familia, que aseguró cómo Delmira |
era una inteligencia excepcional. |
. |
. . .Nosotros, ávidos de descubrir la psicología de |
tan extraordinaria criatura, hemos preguntado: |
. |
. . .-¿ Y era muy sensible la niña ? |
. |
. . .-Mucho - nos dice la mamá. |
. |
. . .-¿ Se afectaba cuando la reprendían ? |
. |
. . .-¿ Reprenderla ? - y las tristes pupilas, más |
brillantes con el dolor de la evocación, se asom- |
bran: -¡ Nunca hizo nada que mereciese repren- |
sión mi hija! ¡Jamás la reprendimos! |
. |
. . .Estas expresiones traslucen bien lo que fué la |
excelsa Delmira Agustini en su hogar. Era bas- |
tante más que una niña mimada: un verdadero |
ídolo. Hogar sencillo, pero acomodado, donde no |
preocupaba el logro de más bienes materiales, |
dábase enorme importancia a lo espiritual. De |
ahí el entusiasmo con que la señora de Agustini, |
más comprensiva por mujer y por hija de artista, |
alentó los primeros balbuceos literarios de la |
hija. El esposo la secundaba. El trato, entre aque- |
llos seres era cordial, exquisito. La niña leía mu- |
cho. Dominaba el francés a la perfección. Aque- |
llos tiempos - con no estar muy lejanos - di- |
ferían de los actuales, pues la mujer, en general, |
salía poco a la calle. Los transeuntes veían de |
tarde a la madre y la hija abrazadas en el balcón. |
La señora de Agustini velaba el sueño de la niña, |
máxime cuando, ya consagrada poetisa, despertá- |
basa tarde, pues sus poemas los hacía en la cama, |
apoyando las rodillas en la mesa de luz, durante |
altas horas de la noche y aun de la madrugada. |
. |
. . .Cuando los pasos de Delmira sonaban triunfa- |
les en el cuarto, la madre aguardaba su aparición |
embebecida: |
. |
. . .-¡ Por fin salió el sol !... |
. |
. . .Y la colmaba de besos. Parece que el hacer |
poesías fué en la gran artista una cosa espontá- |
nea. Cuando los padres descubrieron los prime- |
ros versos, sorprendíanse: |
. |
. . .-¿ Tú has hecho esto ? |
. |
. . .- Sí. |
. |
. . .-¿ Y cómo no nos decías nada ? |
. |
. . .La niña se sinceró: |
. |
. . .-Porque yo pensaba que esto era una cosa que |
hacía toda la gente. |
. |
. . .Se recuerda su temprana afición a las palomas, |
a las que había escrito la primera poesía que des- |
cubrió la familia, teniendo la niña siete años. En |
general, Delmira Agustini logró hacer todo cuan- |
to se proponía, fuera en el piano, junto a las |
cuartillas o sobre el bastidor de bordar. A los |
doce años dominaba la música clásica, pasándose |
hasta tres horas seguidas con los ejercicios de |
piano. Fué a los 16 cuando, con una seriedad im- |
propia de su juventud, le confesaba a la madre: |
-Voy a dejar todo para dedicarme a escribir. |
¡ No sé, no sé !... Siento en el alma una cosa que |
me alegra y que me deprime... ¡Creo que voy a |
poder sacar algo bueno ! |
. |
. . .Como siempre, tuvo el apoyo de sus padres. |
La señora de Agustini la estimulaba. Vino el leer |
copiosamente en la cama, el llenar de garabatos |
que ella sola antendía, los márgenes de los libros, |
el borronear cuartillas... Tenía una fervorosa |
devoción artística: Gabriel D'Annunzzio. Y va- |
rias admiraciones hondas: Rubén Darío Y Nervo |
En París; Herrera y Reissig y Vasseur en el |
Uruguay. |
. |
* * * |
. |
. . .Delmira Agustini no era un temperamento hu- |
raño, aunque tenía momentos de una reconcen- |
tración casi religiosa. Se aisló de las jóvenes de |
su edad porque se notaba incomprendida, y se |
apartaba de los suyos en horas que poníala divi- |
namente inquieta el estro. La familia la obser- |
vaba con amor. Veíanla como distraída, haciendo |
dibujos sobre un papel o las páginas blancas de |
un libro y, de pronto, anotaba frases con celeri- |
dad. En esta forma hizo sus admirables compo- |
siciones. El primer original sólo Delmira habría |
podido descifrarlo; luego, en las copias, era el |
modificar palabras, el retocar los versos. El pa- |
dre ponía en limpio éstos. Su principal lucha era |
con ella misma, para vencer la facilidad: |
. |
. . .-Escribir mucho, es fácil - confesaba. - Lo |
difícil es hacer poco, quedarse sólo con la esencia |
de lo que se nos ha ido ocurriendo. |
. |
. . .No ambicionó la celebridad. Trabajaba por ne- |
cesidad anímica, porque érale preciso dar forma |
a sus sensaciones, porque debía reflejar su mun- |
do interior, su divino tormento. Cuando escribió |
"El libro blanco" - a tiempo que corregía las |
pruebas - significaba a los suyos: |
-Si llegan a comprenderme seis personas, yo |
me consideraré feliz. |
. |
. . .Como gran artista que era - y como niña que |
nunca conoció la vida - jamás veía la parte prác- |
tica de la existencia. Su bondad fué absoluta. |
Cuando daba una vuelta por el centro, del brazo |
de su madre, distribuía monedas entre los chicos |
pobres con los cuales se topaba. Los vendedores |
de diarios eran sus protegidos. Viéndolos ale- |
gres, volvía a la casa inundada de satisfacción. |
Era nerviosa, pero sin malhumor. Sus gustos no |
podían ser más sencillos. Elegía sus vestidos en- |
tre los menos complicados y detestaba las alhajas. |
. |
. . .En cierta ocasión exigió de sus padres que le |
compraran un cofrecito, que luego colmara de |
piedras falsas. Y era uno de sus juegos predi- |
lectos apuñar aquellos vidrios policromos que |
mentían esmeraldas, rubíes, turquesas, jacintos, |
amatistas... Luego de mirarlos largo rato entre |
sus manos, los esparcía en la colcha o sobre la |
mesa, si es que estaba levantada: |
. |
. . .-¡ Me gustan los colores, el brillo ! - decía. |
. |
. . .Cuando se iba a casar, los padres le regalaron |
una esmeralda grande y ella se opuso a que la |
orlara de brillantes el joyero: |
. |
. . .-¡Sola!... ¡Sola!... ¡La quiero sola!... |
. |
. . .Si la madre decía alguna lisonja al hijo, exte- |
riorizándole su cariño, Delmira, núbil ya, se que- |
daba herida, mostrando esa envidia sin egoísmo |
ni maldad de las criaturas: |
|
|
. |
. . .-¿ Y yo ?... ¿ Qué soy yo para ti ? - pregun- |
taba intranquila. |
. |
. . .-¿ Tú ?... ¡Lo primero del mundo !... |
. |
. . .Y Delmira respiraba fuerte, anhelante, como si |
desapareciera una cruel opresión. Con los años, |
se agudizó su pasión por la música. Tocaba a |
Bach, al Beethoven taumaturgo de las Sonatas... |
Y sobre todo, soñó despierta con el "Nocturno" |
de Chopin. |
. |
. . .Una vez que aparecieron sus libros, tuvo ami- |
gos escritores. Pero su vida fué siempre recogi- |
da, íntima. Nadie sabe decir cómo se hizo de no- |
vio, cómo llegó a casarse... Los suyos, por no |
contrariarla, ni siquiera lo hicieron para adver- |
tirle que el hombre que ella miró, no la merecía. |
Delmira, en esto como en todo, hizo su gusto... |
. |
. . .¿ Pero fué acaso su gusto ?... |
. |
. . .Nos resistimos a creerlo. Con su enorme bon- |
dad, sintió piedad por el primer hombre que le |
confesó su amor. Y se entregó a él. La vida rom- |
pió bruscamente su ensueño. Y al mes de casada, |
en una mañana triste, fría y lluviosa, apareció |
pálida e inquieta en el hogar paterno: |
. |
. . .-¡Mamita, mamita! - y se abrazó a la bon- |
dadosa dama. -¡ Huí de la vulgaridad! ¡Ya no |
me separaré más de ti!... ¡Mamita, mamita!... |
. |
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
. |
. . .Luego... ¡una terrible, una inexplicable trage- |
dia! Detengámonos aquí, respetando el dolor de |
los suyos, conmovidos ante un pobre corazón de |
madre. Baste saber que la señora de Agustini, al |
morir aquel genial ser idolatrado, cayó enferma |
y no pudo abandonar el lecho en ocho largos años. |
. |
. . .Los padres de la gran artista sólo viven ahora |
para el recuerdo... |