. . . . . . . . Cruz que ofrendando tu infinito abrazo |
. . . . . Cabe la silenciosa carretera, |
. . . . . Pareces bendecir la tierra entera |
. . . . . Y atarla al cielo cómo un férreo lazo!... |
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. . . Puerto de luz abierto al peregrino |
A la orilla del pálido camino!... |
Vibre en el Tiempo la sagrada hora |
Que á tu lado viví, cuando el gran broche |
De nácar de la luna abrió una noche |
Que pareció una aurora!... |
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. . . La luna alzaba dulce, dulcemente |
El velo blanco, blanco y transparente |
De prometida del Misterio; el Cielo |
Estaba vivo como un alma!... el velo, |
El velo blanco y temblador crecía |
Como una blanca y tembladora nata... |
Y la tierra inefable parecía |
Un sueño enorme de color de plata! |
Fué un abismo de luz cada segundo, |
El límpido silencio se creería |
La voz de Dios que se explicara al Mundo! |
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* * * |
. . . Como cayó en tus brazos mi alma herida |
Por todo el Mal y todo el Bien: mi alma |
Un fruto milagroso de la Vida |
Forjado á sol y madurado en sombra, |
Acogíase á tí como á una palma |
De luz en el desierto de la Sombra!... |
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. . . Y la Armonía fiel que en mí murmura |
Como una extraña arteria, rompió en canto, |
Y del mármol hostil de mi escultura |
Brotó un sereno manantial de llanto!... |
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. . . Así lloré el dolor de las heridas |
Y la embriaguez opiada de las rosas... |
Arraigábanse en mi todas las vidas, |
Reflejábanse en mí todas las cosas!... |
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. . . Y á ese primer llanto: mi alma, una |
Suprema estatua, triste sin dolor, |
Se alzó en la nieve tibia de la Luna |
Como una planta en su primera flor! |