| Evocadora el alma palidece |
| Toda velada de un dolor muy vago, |
| En el cielo lechoso hay un amago |
| De tempestad, la tarde palidece. |
| . |
| Enmascarado y lento el sol de Otoño |
| Hacia un poniente turbio se encamina, |
| Sobre el paisaje soñador se inclina, |
| Suave y profunda, del exangüe Otoño |
| . |
| La tristeza tenaz... Yo que en la pálida |
| Floresta del dolor junto a mis rosas, |
| Sé que no aroman nunca más gloriosas |
| Que del Otoño en una tarde pálida. |
| . |
| Como voces lejanas en la noche |
| Vienen al alma los dolores viejos, |
| Cada racha que pasa trae de lejos |
| Otro dolor y otro dolor... La noche, |
| . |
| Vendrá a borrar la tarde blanquecina, |
| El cielo será un piélago de sombras... |
| ¿ Alma de qué te asombras ? |
| ¿ Crees eterna la tarde blanquecina ? |
| . |
| Sí, y tú la amabas ya, ¿ verdad ? la amabas, |
| Tal llega a amarse un gran dolor amigo, |
| Hermano aciago, trágico testigo |
| De largos años... Alma, tú la amabas. |
| . |
| Como al gran vaso raro y exquisito |
| En que apuraras néctares añejos |
| - El rancio zumo de los males viejos |
| Tiene un sabor de pátina ezquisito. - |
| . |
| Pero el sol cae, cae allá a lo lejos |
| Lento y soberbio, como un rey vencido, |
| En púrpuras ardientes. - Ya ha caído... |
| Y en ti perduran los amargos dejos |
| De un gran pasado triste revivido |
| En una tarde que murió allá lejos! |