| . . . .En el templo colmado de adoraciones graves, |
| Entre largos silencios y penumbras muy suaves, |
| Se alzaban revistiendo majestades supremas; |
| Eran muchos y varios, y á todos yo adoraba |
| Por igual y á sus pies yo las horas dejaba |
| Pasar, mudas y lentas, dibujando zalemas |
| Y deshojando flores, entre olores complejos |
| De maderas de Arabia y de pétalos viejos. |
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| . . . .Mi fe era inconmovible, pintorescos mis ritos; |
| Prestigiados mis ídolos por los más bellos mitos, |
| Me llegaban de tierras no vistas, de muy lejos, |
| Menudos y enigmáticos, en estuches preciosos, |
| Y los amé por raros pulidos y pomposos. |
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| Y los había bellos hasta el dolor, y feos |
| Hasta la risa; irónicos, con afilados dientes |
| Que desgarran sonriendo; rostros de camafeos |
| Engarzados en cuerpos dúctiles de serpientes; |
| Monstruos dioses con gestos indecisos y varios, |
| Miradas de demonios sobre sonrisas santas - |
| Y en todos el gran sello de raro que á sus plantas |
| Hacía arder mis pupilas como dos incensarios. |
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| . . . .Y era tal mi fe pura, y era tal mi cariño |
| Que á sus pies todo de ellos mi corazón dormía, |
| Como un vaso sellado que amenaza de lleno, |
| O el gran capullo, hinchado de un gran lirio de armiño. |
| Y mi vida en un éxtasis dulcemente yacía |
| Como un gran lago límpido que reflejara el cielo. |
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| . . . .Así bajo los rastros sombríos y risueños |
| Yo viví sin vivir, largo tiempo, rezando |
| O en la rueca tranquila de las horas hilando |
| Los copos impecables de una seda de ensueños. |
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| . . . .Cuando á través del tiempo se abrió la inmensa puerta, |
| Rechinaron cruelmente los goznes enmohecidos, |
| Y yo cerré á la luz mis ojos entumidos... |
| Luego en la gloria de oro de la luz viva y cierta, |
| Entre un perfume alegre de flores campesinas, |
| Que sacudió mi espesa borrachera de incienso, |
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| . . . .Surgió un ídolo nuevo, palpitante é inmenso ! |
| Y ëran sus divinas pupilas casi humanas |
| Y sus divinos labios reían á la vida. |
| Yo miré largamente la gran figura erguida |
| Sin descubrir las viejas frialdades sobrehumanas, |
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| . . . .Y comparé mis ídolos imperiosos, irguiendo |
| Fieramente sus frágiles monstruosidades, y este |
| Dios que á la vida exhibe como una flor, sonriendo |
| Los sellos indelebles de una estirpe celeste... |
| Y escuché en mí una extraña discusión de mil voces... |
| Súbito una alocada racha de primavera |
| Jugueteó entre mis ídolos... vacilaron... cayeron... |
| Y hubo un gran ruido alegre de porcelana huera! |
| Yo reí y en mí, fiera, noblemente, surgieron |
| En unísono coro las misteriosas voces, |
| Cantando las eternas victorias de la vida ! |
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| . . . .Luego con los brillantes escombros formé un claro |
| Altar para el dios nuevo que reinó, simple y fuerte, |
| En la belleza austera del templo de lo raro |
| Donde todo vivía como herido de muerte. |
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| . . . .Y quité el polvo viejo, las corolas marchitas, |
| Y traje de los campos alegres margaritas |
| De vívidas corolas y de perfume santo. |
| Y ofrendé al nuevo dios mi corazón que abría |
| Como una flor de sangre de amor y de armonía. |
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| Y le adoré con ansias y le adoré con llanto ! |