¡Oh, qué bello es el mar cuando en oriente
su mansa ondulación el sol platea!...
El delicioso azul que lo hermosea
no se puede pintar, sólo se siente.
¿Y qué diré, cuando el planeta ardiente,
tendido en el ocaso, centellea?
Parece que suspira y clamorea
porque el astro gentil no se le ausente.
Y si después al descender la luna
lo vemos, ¿quién traducirá el acento
con que nos habla el mar?... No hay voz alguna.
¿Quién pintará el augusto movimiento
con que agita las olas una a una
del manto deslumbrante y opulento?
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