Es blanca y es honda, muy honda y muy blanca |
-¡ Solemne, tremenda blancura de cirio !- |
Con grises ojeras tal rubras de muerte, |
Con gestos muy lentos, muy lentos, muy místicos. |
. |
Y tiene un perfume de tristes violetas, |
Y perlas tal lágrimas de náyades pálidas, |
Y largos cabellos de sombra nublando |
La torre de nieve que forma la espalda. |
. |
Glacial y monástica su blanca silueta |
Parece que surge de fondos de enigma... |
Envuélvela trémulo en halo de plata |
El gris desmayante de un tul de neblina. |
. |
Sus labios profesan el beso más triste, |
El que hunden los hombres en bocas de muertas. |
Con ojos de acero nació allá en el Norte |
País de leyendas, de espectros y nieblas. |
. |
Su helante mirada sin fin, de vidente, |
Mirada invencible de esfinge y de estatua, |
Evoca crispantes abismos sin fondo, |
Monstruosos misterios de muda amenaza. |
. |
Yo sueño en sus brazos la tierra bretona |
Con creencias que nacen temblando en las nieblas; |
Fantasmas sombríos y rocas malditas, |
Y piedras muy grises en landas siniestras. |
. |
Y canta solemne los largos inviernos |
De spleenes, de brumas, de auroras enfermas, |
Las blancas mañanas, los blancos ponientes, |
Y amores tal graves pagodas de cera. |
. |
Yo adoro esa musa, la musa suprema, |
Del alma y los ojos color de ceniza, |
La musa que canta blancuras opacas, |
Y el gris que es el fondo del hombre y la vida ! |